Lexicografía personal[1]
Hoy quisiera conjurarte, traerte desde el recuerdo.
y busco para ti esa palabra nueva y española,
que no haya tocado el mundo todavía.
Con ellas administro mi locura,
arropo mi frágil mente,
cubierta solo por palabras.
¡Y palabras tengo!
Palabras- lunes, tenaces, desafiantes
con ellas cambiaría al mundo,
y después nada,
¡la duda inmortal ¡
“la insoportable levedad del ser”
o del no-ser, nunca más.
Regañadientes, las de martes,
palabras-grupos, borregas aquiescentes,
salen una a una ,del cerco de mi boca,
como reses taciturnas;
a morir;
así, martes, resulta día exitoso de palabras.
Hago cosas con palabras miércoles y jueves;
palabras oídas,
a veces apenas escuchadas:
y enseño y enseño y enseño, con palabras enseño ,
o tal vez,
predico.
Penélope impaciente, terriblemente lúcida en mi locura,
continúo tejiendo la demencia,
en urdimbres de arabescos caprichosos.
Con palabras- viernes siempre regreso a ti.
Y las palabras salvan
nuestra relación lexicofágica y promiscua,
palabras barrocas,
maltratadas, pero una vez bellas de susurros,
y hasta un poco sucias cual vitrales zurcidos …
entonces ellas agradecen,
iluminando, apenas, un lugar mudo de luz.
En sábado y domingo, las bebo, las respiro,
y, sobre todo,
las cambio de bolsillos;
son ellas las que pueblan mis sueños de hogar;
y como piedras de Sísifo,
dan paz a mi alma.
Mientras regresan de puntillas las palabras
viernes.