Advertencias cordiales
Nunca permitas que yo te ame,
pues llegas tarde a mi jardín secreto:
sencillamente empieza a caer, en tu otoño,
como hoja pertinaz aferrando a tronco inútil, y,
de una vez,
déjate ir.
No quieras abarcar mi nombre: sufre;
pues estoy diluida en la inmensidad de un mar de rostros
y rompo una ola tras otra, una ola tras otra,
y, finalmente,
otra más.
No puedes cambiarle el nombre a la rosa
y esperar su mismo aroma.
Nunca permitas que yo te cocine,
nada saciará tu hambre después…
en todas mis recetas he puesto pasión,
excesiva - quizás para un buen regusto-
algo de empatía, y, una pizca de arrogancia
como ingrediente secreto;
al final,
solo anhelos.
No dejes de estar a mi lado,
pues ya paseamos juntos la caverna de Trofonio.
Nuestro oráculo al desnudo vaticina
rebotar en las paredes, en torbellino,
como aquellos…
de aquí y de allá jirones pagados a alto precio
de esperanza, desolación y ausencia:
nada de palomas, ni de silencio aquiescente.
Y así, con el terror de la eternidad,
hasta que todo haya concluido.
Yo soy tu poesía oscura.
Del libro secreto de la autora, Vitrales zurcidos.