Papá
Esa palabra que mamá odio que fuera la primera.
No
nos convertimos en la persona que nuestros padres quieren que seamos,
pero indiscutiblemente terminamos siendo una copia exacta de ellos en
muchas cosas.
Hace un tiempo una amiga me dijo:
“En realidad he llegado a la conclusión de que los papás no son indispensables.”
Y yo hice silencio, pensando, mientras ella seguía hablando.
Pensé:
¿Cómo no van a ser indispensables si gracias a mi papá yo siempre tenía el farolito más lindo del desfile, hecho por sus manos?
Si siempre llevaba la maqueta más elaborada, hecha juntos los días anteriores…
¿Cómo no van a ser indispensables si siempre que venía de la escuela me dejaba heladitos en la refri para endulzar mi día?
¿Cómo no van a ser indispensables si con él aprendí el sentido de comunidad y el significado verdadero de Dios?
¿Cómo no van a ser indispensables, si sólo él me dejaría escaparme a vivir el romance de mi primer amor?
¿Quién me hubiera enseñado a ensillar un caballo o a montar sin temor?
¿Quién me hubiera enseñado que los abuelos son el tesoro más grande que tenemos?
¿Quién me hubiera enseñado a ser fuerte por las personas que amamos?
O que en la vida servir a los demás es tan importante para tener un propósito?
Mi bisabuelo fue indispensable en la vida de mi abuelo, como mi abuelo en la vida de mi papá y como él en la mía.
Yo no sería la persona que soy hoy sin mi papá…
Entonces esperé a que terminara, sonreí y respondí:
Tal vez en tu vida no fue indispensable, porque no tuviste a mi papá,
El mejor papá del mundo
Carolina Camacho Valerín