Sobre la autora del blog.

Marcia Losada García, LA HABANA, 1961
Índice ORCID: 0000-0002-9083-218X
Profesora titular e investigadora®, Universidad de La Habana (UH): Licenciada en griego antiguo y latín clásico, Facultad de Artes y Letras, 1984. Maestra en Estudios Semánticos Aplicados al Análisis de Texto y de Discurso, Facultad de Lenguas Extranjeras (FLEX), 1999. Doctora en Filología, Universidad de la Habana, 2003. Cuenta en su curriculum de estudios con el componente académico de Maestría en Lingüística Hispánica. Diplomada posdoctoral en Estudios de Sistemas Complejos del Instituto de Filosofía de la Habana, 2007. Presidenta de la comisión de Carrera de Estudios Lingüísticos Especializados (ELE) en la Facultad de Lenguas Extranjeras (FLEX), Universidad de La Habana, 2004- 2005. Analista del CENAM Org. Central (2010). Creadora y directora de la Red de Observatorios Universitarios (2012-2015). Ha pertenecido a cuatro claustros de Maestría y Doctorado (FLEX, Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), Dirección de Publicaciones Académicas-UH, 2015-2019) Miembro de la Junta de Acreditación Nacional de carreras (JAN). leer más.

sábado, 22 de octubre de 2022

La Pasión de Lucía (texto de ficción), por Dr. C. Lingüísticas Ernesto Wong G.(autor invitado)

LA PASIÓN DE LUCÍA (Cantar de gesta)
Bardo: Ernesto Wong García

Cántame, Musa, la cólera de aquella
hembra: Lucía Milán, revendedora
de felpas, y de su proveedora
Lili Mantilla, de la Alta Habana,
cuya pasión indigna y provinciana
en la Posteridad dejó su huella.
Corría aquel noviembre de pandemia,
de precios reordenados, y Lucía
a encontrar fue un anuncio que decía:
«Vendo felpitas, paquetes de cincuenta».
Curtida como estaba en compraventa,
vio la ocasión que Fortuna le ofrecía.
«¡Qué de felpitas!», pensó. «Esta es la mía.
Voy directico al PV, que el tiempo apremia.»
Como era de esperar, fue en el PV que
conoció a Lili Mantilla, de Alta Habana.
Comprole a ciento ochenta en la cubana
moneda cada un de los paquetes:
veinte en total. Y envió al mozalbete
de Ernesto, esposo fiel, a hacer el trueque.
Nunca sabremos, ¡oh, Musa!, los portentos
que acontecieron a Ernesto en el camino.
Pero, al volver, tuvo Lucía el tino
de computar diligente las felpitas.
¡Ay, horror! ¡Ay, pesadumbre! ¡Ay, cuita!
¡Pues de los veinte paquetes que traía,
dos de ellos cincuenta no tenían,
sino cuarenta y nueve!

¡Linchamiento!
¡Estafa! ¡Timo! ¡Deshonor tamaño!
Lucía no cabía en sí de furia.
A la plaza se fue a colmar de injurias
a la Lili Mantilla, de Alta Habana.
La llamó «estafadora», «tránsfuga», «fulana»;
«payasa» la llamó y le echó en cara
no haberla indemnizado; todo para
advertir a los incautos de su engaño.

Pero el Hado es cruel y entonces quiso
que por ataques e insultos la bloquearan;
que, mancillado su honor, la silenciaran
y que sufriera así su ultraje enmudecida.
La de Mantilla, camajana de esta vida,
a la querella haciendo caso omiso,
subió los precios y, sobre el occiso
cadáver del honor de la Lucía,
hoy vende los paquetes todavía,
sean de cuarenta y nueve o de cincuenta.
Que os sea leve, Milán, la vil afrenta.
Perdón pedisteis; Ernesto está contento.
Partís ahora hacia Rusia en un intento
por olvidar vuestros pesares en la estepa.
Que de la infamia el ruso pueblo nunca sepa;
que os dé en paquetes próximos la cuenta.
¡Que jamás os falten, Lili, las clientas!
¡Que el éxito os colme, señorita,
para que, cuando sople una tormenta,
no quede ningún moño sin felpita!